Mi manual de instrucciones

No os habéis dicho nunca: ‘ojalá este tío viniera con instrucciones, porque no hay quien le entienda’. Yo sí, muchas veces. Así que se me ha ocurrido redactar mi propio manual de instrucciones para que cualquiera que tenga dudas sobre algunos aspectos de mi vida y de mi personalidad lo pueda consultar. Y lo cuelgo en mi blog para facilitar su consulta. Permitidme que no comience por el principio. Las circunstancias próximas exigen que el primer capítulo en ser publicado no sea el primero del manual.

Capítulo 5: de fiesta.
Salir de fiesta no se encuentra entre mis actividades de ocio favoritas. De hecho se encuentra al final de la lista. Pero de vez en cuando salgo y me lo paso bien… hasta que me canso. Me explico.
Cuando salgo me lo paso bien, bailo, me río, estoy bien, hasta que llega el momento que me canso, rebaso el límite y entro en punto de no retorno. Entonces experimento síntomas tanto físicos como psicológicos: la música no me gusta, el humo hace que se me irriten los ojos y me lloran (pero con lagrimones), comienzo a despreciar profundamente a todo el que está a mi alrededor, estoy incómodo, etc. Son reacciones que no puedo evitar. Puede pasar a las tres, a las cinco o a las siete de la mañana, dependiendo de con quién esté, de la música, del ambiente del sitio y demás, pero cuando pasa no suele haber vuelta atrás.

¿Qué pasa entonces? Si estoy en Alicante no pasa nada, cuando ocurre eso me voy a mi casa yo solito. No pido a nadie que me acompañe porque ya soy mayor y me sé el camino.

Primer error: Pedirme que me quede más. Si me quiero ir me voy. No insistas, no me apetece sentirme prisionero. No me hagas chantaje emocional, ‘es el cumpleaños de no sé quién’ (como si eso fuera sagrado), ‘no nos amargues la fiesta’: si estás a tu bola y con más gente ¿qué más te da?, pues por lo visto a la gente le da, pero coño, si me quiero ir me voy. Mis amigos esto ya lo saben y me insisten poco.

Pero que pasa si, por las circunstancias, me tengo que quedar hasta una hora determinada y ya he llegado al punto de no retorno. Pues que me agobio, dejo de bailar y se me pone cara de rancio. Sí, puede que le amargue un poco la fiesta al grupo. Lo siento, pero no lo puedo evitar. Pero que nadie se alarme. Hay estrategias para sobrellevarlo y sobre todo para no empeorarlo.
-No insistas para que baile.
-No me digas ‘anímate’ o similares.
-No me insistas para que me tome algo (esta es especialmente importante).
-No me llames soso. Me he cansado y ya está.
-Simplemente ignórame, es algo que no puedo evitar. No te preocupes. Tú a tu rollo.

Si voy con un grupo no voy a decir de marcharnos si la gente se lo está pasando bien. No soy tan egoísta. Pero repito, es algo que no puedo evitar. Así que insisto en que no le des importancia. No estoy tan mal como parece; he desarrollado tácticas internas para abstraerme y aguantarme. Y mucho menos, no te enfades conmigo porque yo no tengo la culpa.

En resumen: cuando salgo me lo paso bien, como uno más, hasta que llego al llamado punto de no retorno. Si me tengo que quedar no pareceré precisamente feliz (aunque intento fingir) pero no pasa nada. Cada uno a su bola y yo a la mía. Si sigues estos pasos la noche de fiesta conmigo irá como la seda.

Ahora nadie va a querer salir de fiesta conmigo… pero si alguien tiene algún consejo lo aceptaré encantado.

Este es el tipo de canción que me mola bailar de fiesta (so gay, I know, for you Mary)