De obras

Antes de ayer empezaron los golpes… y siguen, y siguen. Y no es una metáfora.

El que está haciendo la obra no habla casi nada, y tiene pinta de ex presidiario. Es portugués (simplemente lo digo como dato adicional, no quiero herir sensibilidades). Dice el jefe de obra que es su hombre de confianza… supongo que será de confianza de la misma manera que a los ingenieros egipcios se les cortaba la lengua para que no desvelaran la distribución de las tumbas. Además fuma y escucha Kiss FM. Ya sé lo que vuestras mentes calenturientas influidas por horas y horas de porno están pensando. Pero no, no está bueno. Ni da morbo.

Obras en los baños, redacción de alemán e Internet no es una buena combinación para alguien que está en el último cuatrimestre de carrera… ¡y encima me siento culpable por perder el tiempo! Tampoco es que me esfuerce mucho por concentrarme…

Hacer reformas en una casa es una de las situaciones más estresantes a las que uno se puede enfrentar, además de fuente de conflictos familiares. Una amiga de mi madre, la señora más racional y serena que os podáis imaginar, acabó lanzándole un plato al bonachón de su marido. Afortunadamente, no hubo que lamentar daños.

La casa está llena de polvo (hecho que intentamos ignorar). Los vecinos se quejan (hijosdeputalosodio). Mi padre está de viaje y se está librando (acumulamos rencor por eso). Al perro lo hemos mandado al exilio (aunque me parece que está mejor en un chalet que en casa y no va a querer volver). Me pican los ojos de la arenilla que flota en el aire (y me jodo). No puedo salir de casa porque mi madre está en la peluquería (y no podemos dejarlo sólo).

Espero que se nos queden unos baños tan bonitos que la gente se muera de ganas de visitarme sólo para usarlos. Pensándolo bien… creo que no me atrae demasiado esa idea.

Menos mal que esta noche hacen Anatomía de Grey (quien no se consuela es porque no quiere).

Uhm… me voy a poner una canción para darme ánimos. Todo un clásico.