14 abril 2008

Devolver lo recibido

Pienso que cuando uno recibe mucho, tiene que devolver mucho.

Si una amiga ha pasado una tarde entera explicándote matemáticas, tienes que devolver ese favor. A lo mejor no a ella, pero si un compañero de clase te pide que dediques tu tiempo a corregirle un trabajo, tienes que sacar tiempo y hacerlo, porque otra persona lo hizo por ti hace tiempo sin esperar nada a cambio. Si alguien te ofreció su casa sin conocerte de nada, simplemente por ser amigo de un amigo, debes contemplar hacer lo mismo por el amigo desconocido de un amigo. Una suerte de cadena de favores.

Y si la vida te hace un gran regalo, un regalo único y especial, no sólo tienes el deber de cuidarlo y protegerlo sino de hacer buen uso de él y devolver parte de la felicidad que te aporta.

Yo he recibido un regalo y mi manera de devolver el bien recibido es no esconderlo sino compartirlo.

Me gusta ir por la calle de cogiéndole la mano. No sólo por el placer que me produce sentir su piel en contacto con la mía y la satisfacción de notar un su abrazo en miniatura, sino para que todo el mundo vea que es posible que un chico esté enamorado de otro chico sin sentirse culpable o tener miedo. Para que el adolescente que se cruza con nosotros se dé cuenta que encontrar a ese alguien especial con el que sueña todas las noches es posible. Para que su madre vea que no es tan raro y se acostumbre. Para que a su hermano pequeño no le extrañe tanto cuando su hermano mayor le presente a su novio. Para que su padre tenga claro de una vez que no todos los gays van vestidos de cuero como en las carrozas del orgullo.

Me gusta hacer saber a la gente nueva que conozco que soy gay, sobre todo la los chicos heteros, tan llenos de ideas preconcebidas y lugares comunes que no tienen la más mínima intención de explorar. No puedo decir que no sienta un cierto reparo inicial al hacerlo. Pero pienso que si me rechazan me están ahorrando el tener que conocer a alguien que no vale la pena ni me interesa. Sin embargo, os sorprendería saber lo que cambia su forma de pensar cuando se habla de algo que hasta el momento desconocían con naturalidad y buen humor. Y es que muchas veces, y aunque en este caso pueda sonar absurdo, es el miedo a lo desconocido (o a lo que conocen a través de unos prejuicios que les han impuesto) lo que les hace rechazar a los que no sienten como ellos.

Es este pues un manifiesto a la visibilidad, que no es otra cosa que mostrarse agradecido de lo que uno tiene y devolver ese regalo. Darle un beso en plena calle a tu chico puede dar miedo (ni se os ocurra hacerlo en plena manifestación del foro de la familia, que tampoco es cuestión de acabar con un ojo morado), pero con ese gesto tan pequeño se está aportando un grano de arena a la normalización de una situación que a aquellos que empezaron a hacerlo y gracias a los cuales tenemos la posibilidad de ir por la calle sin exponernos más que a una mala mirada o, como mucho, a un insulto, les costó mucho más sacrificio y sufrimiento.

Nosotros hemos recibido mucho de aquellos primeros gays y lesbianas que lucharon y sufrieron por sus derechos y los consiguieron también para nosotros. Por tanto, les debemos pequeños actos de valor con los que mejorar y normalizar cada vez más la situación a los que vienen detrás.

Espero que os haya gustado uno de los últimos posts que voy a publicar.

Un beso.
[Misery Business, Paramore]

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